Emboscado por los pelos del
invierno,
me resistí a las rodillas de la
noche.
Sorprendido por la espalda de
la sombra,
reí colgado del cuello del
mundo.
Sujetado por los brazos del
rencor,
me encaminé al corazón de la
vida.
Retenido por la piel de un
sonido,
trepé a la garganta del tiempo.
Tentado por el ombligo del
infinito,
corrí desesperado por las venas
de un laberinto.
Acusado por las uñas de la
pereza,
esperé despierto los puños de
la miseria.
Sentenciado por los dedos de
algunos versos,
intenté encontrarme con los ojos
del olvido.
Encarcelado por los cuerpos de
la arrogancia,
descendí a las entrañas de
alguna cima.
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