Abran paso,
nuevas deidades se encolumnan al
canto de “rehenes a cielo desnudo”.
El poder supera a la inteligencia
decía uno en voz muy baja.
Casi para adentro.
El silencio ataba sus palabras, sus
chalecos eran la algarabía y la tristeza.
Temía los dientes de la alegría
amenazante
Sus brillos exhibían el osario
plateado de sus ancestros tiranos.
Tiempo después aquella columna
coral de “rehenes a cielo desnudo” fue flanco fácil de la distracción o de la
atracción más seductora.
La algarabía se tornó funesta.
Y algunos dioses permanecieron
perplejos en sus propios reinos y otros huyeron también perplejos.