15 de marzo de 2011

Iluminación hasta la transparencia


 Intentando lograr algunos apuntes a cerca de nuestra nueva y extraña condición postmoderna, tardomoderna, post-tardomoderna, etc. Subrayemos la incorporación de las religiones alternativas, si es que así podemos llamarlas. La llegada y la posterior adscripción por una parte de la población occidental de las tendencias New Age, Zen, meditación, etc, constituyen puntos de encuentro con lo espiritual que antes no se habían podido desarrollar debido al peso que constituían las religiones tradicionales y mas arraigadas.
Por otra parte el agotamiento progresivo en minutos televisivos de los programas llamados “realitys”, estos han comenzado a perder cierto interés de los televidentes por las escenas llamadas a reproducir realidad.
Los otros dos aspectos que hacen suponer estar en presencia de una nueva condición agotando la postmoderna es la clara instalación de los juegos de video no solo como entretenimiento esporádico de niños o jóvenes, sino también como constituyentes de ciertas grupalidades situacionales de cualquier edad.  
Y el último tiene que ver con la importancia y el cuidado de la salud, las comidas orgánicas y el refugio de cierta conciencia de ecología como por ejemplo villas ecológicas, mayor cantidad de vegetarianos, producciones alternativas de productos orgánicos, etc.
Todo ello hizo oportuno que me pregunte a cerca de las imágenes y los significados imaginarios adquiridos a partir del desfondamiento de los estados nacionales, pero también luego de cierto agotamiento inmediato de algunos fragmentos que han llegado a la caducidad con el impacto de las redes sociales, los aparatos nanotáctiles, los juegos de video y la proliferación desbocada de las cámaras y sus flashes.
Es decir no resultaría extraño tener que comenzar a pensar en un nuevo escenario con evidentes signos de agotamiento de la postmodernidad, lo que no quiere decir que abandonemos la lógica de la fluidez como constituyente de la subjetividad contemporánea.
La proporción de información circulando en los distintos medios ya sean estos Internet, TV, radio, revistas, diarios impresos o digitales, copan una fracción antes desconocida de lo que se creía ser privado o intimo.
El avance de las redes sobre lo privado a partir de la densificación de la información en nuestro nuevo escenario es de una novedad sin precedentes, existe hoy una posibilidad mayor de que cualquier cibernauta conozca algún aspecto de nuestras vidas. No hay intencionalidad alguna aquí de juzgar los aspectos a favor o en contra de tal asunto solo de aproximarnos al impacto de tamaña transformación en el ámbito de la comunicación.
La imagen de lo privado, intimo o como quiéramos llamarlo queda en ciertos aspectos alumbrado por la luz de la red u otras lógicas de apropiación. La
opacidad del objeto en el decir de Lewkovicz hablando de la sexualidad pornográfica, tiende a desaparecer, “el objeto es visible, transparente; todo se ve, todo luce, todo rinde. Ninguna opacidad, pero entonces ningún vinculo”[1].
Ese objeto del que habla Lewkovicz genera una imagen o representación imaginaria para ser consumida solo en la inmediatez del mercado digital, no persiste no es duradera, se agota rápidamente.
Asumo como idea que lo temporal y lo espacial, como dominios imaginarios han sido transformados adoptando una lógica de impermanencia e intermitencia. Lo que genera que la imagen se vuelva evanescente. Evanescencia producida por la luz que lo transparenta y vuelve así volátil su significación imaginaria debido a que el soporte o contraste subjetivo es siempre inestable. Es decir se desvanece, lo que se desvanece es su significación la posibilidad de ser significativo.   
Es así que la imagen en la constitución subjetiva post-tardomoderna del mercado digital y de las tecnologías nanotáctiles adquiere identidad o significado de transparencia y evanescencia. En gran medida dependerá de la fuerza con que la luz de la red y demás lógicas alumbren la imagen. Ya no se trata de encontrar, develar o descubrir la imagen en la oscuridad, ni tampoco de abrillantarla como espectáculo se trata hoy de transparentarla de volverlas caducas en el menor tiempo posible, el riesgo no es quedar en evidencia, el riesgo es no existir y para evitar ello la apuesta es cada ves mayor.
Las lógicas de redes sociales y operaciones subjetivas afines traslucen la imagen y allí aparecen otras dos propiedades la intermitencia y la impermanencia.
La intermitencia se produce entre el brillo y la transparencia, pero no hay opacidad, no hay escondite posible para la imagen. La imagen se vuelve intermitente, es decir que adquiere potencia solamente por cortos lapsos es muy difícil que se sostenga en el fluido vertiginoso de lo temporal.
La impermanencia se produce al no poder sostenerse el significado de la imagen en el torrente fluido de lo espacial. La potencia imaginaria del significado proporcionado por la imagen no está asegurada ni legitimada por la falta de contraste, que se desvanece constantemente o se solidifica en fragmentos. Así solo ocurre una intermitencia e impermanencia, condición propicia para la aparición de la transparencia.  


[1] Lewkowicz, Ignacio. Op cit. Pág. 112.

14 de marzo de 2011

La ilusión de totalidad


En ocasiones nos encontramos con expresiones totalizantes, en las que no hay posibilidad de reconocer las operaciones ligadas al parcelamiento es decir a la fragmentación. Aparecen así expresiones meramente modernas que ubican a la opinión en un juego de dualidades que operan como soporte de una discusión conducida hacia el terreno de lo polémico por sobre la construcción del diálogo.
La operación totalizante neutraliza la posibilidad de convertir el diálogo en una profunda reflexión empática, posiblemente porque se aferra en sostener un posicionamiento moral, mediático, político o económico. Justamente es ese posicionamiento que nos ubica como meros reproductores de un discurso creado de ante mano, de esta manera no hay modo posible de escapar al poder discursivo de los especialistas, expertos e idóneos.
La toma de la palabra para producir violencia es signo de totalidad. El asalto que propiciamos a través de la palabra en un grupo o espacio público nos ubica generalmente como expositores que se refieren a una ilusión de compartir posiciones, sino ocurre de tal manera sobreviene la polémica. En tal sentido se agota el diálogo y el resto de la discusión queda eventualmente destinada a la descarga de opiniones cómplices de los posicionamientos adoptados de antemano.
En la ilusión de totalidad el sujeto necesita para el desarrollo de su discurso una referencia estable ya sea de su mismo posicionamiento o no. Cuando el ámbito es propicio para desarrollar este tipo de posicionamientos la producción subjetiva dialógica se vuelve estéril e incapaz de valerse por si misma.
La ilusión de totalidad es en cierta manera la queja por la pérdida de las certidumbres devenida en confusión e impotencia para resolver a través de los cómodos y ordenados mecanismos que nos suministraban las instituciones donadoras de sentidos ligadas a las operaciones subjetivas del Estado-Nación.      

¿mear ansiedad?

antes de terminar de mear tiro la cadena corre el agua me ayuda a seguir meando sigo y veo el agua del inodoro sigue...