16 de noviembre de 2010

Crisis del lenguaje en el sujeto contemporáneo

Crisis del lenguaje en el sujeto contemporáneo
Crisis en la constitución subjetiva

La configuración psíquica del sujeto moderno estaba producida por una serie de operaciones consecuentes, consecutivas y progresivas con y para el tipo de sociedad que producía y necesitaba producir la metainstitución por excelencia, el Estado. Quien a través de sus instituciones y organizaciones, con operaciones de normas, discursos y relaciones de poder estructurales sujetaban y disponían parte de la constitución identitaria de las sociedades occidentales.
Este modo de configuración hoy en los días de la tardomodernidad no es posible, este cambio, esta metamorfosis, esta ruptura de un modo de vernos y pensarnos, deviene impotente, esta cayendo en desmedro de una complejidad ficticia y virtual, que modifica sustancialmente la subjetividad pero que se visualiza, interpreta o codifica con la misma idea nominal que poseían las transformaciones o los cambios en la modernidad, crisis. 
Esta nominación, crisis, no es solamente una palabra inocente e insulsa, proviene del griego krísis que significa “decisión” o “juicio” pero que de ningún modo hace referencia a una condición peyorativa, aunque haya sido con ese fin su instalación en el lenguaje moderno. 
Así crisis deviene institución, se institucionalizó como asunto, proceso u obstáculo que pone en duda la continuidad, la legitimación sobre acontecimientos políticos, sociales y/o económicos. Pone en duda al poder, lo pone en evidencia, pone en evidencia su incapacidad de generar alternativas. La institucionalización de crisis sucede en el último tramo de la modernidad y en el comienzo de este nuevo escenario. 
No es casualidad que esté permanentemente en boca de opinólogos y criticones, cuando comenzamos a transitar una nueva dimensión social-histórica con todo lo que ello implica, la desolación, el abandono institucional, el desafío a las certezas, el fin de los fines, el final de los referentes, de nuestras metáforas, de nuestros relatos, transito denso y espeso, oscuro y polvoriento. Como lo señalaba Lewkovicz, aparecen dos tipos de crisis, una de transición o pasaje y otra de devenir caótico, la crisis de devenir caótico reseña unas condiciones en las que se descompone una totalidad, sin que nada obligue a que esté seguida de una recomposición general, en otros términos la crisis actual muy probablemente sea de ese segundo tipo.     
En definitiva, lo que se pone de manifiesto en la forma de estar en y con el mundo para el sujeto contemporáneo es la crisis de la propia conciencia. El sujeto actual a través de diferentes mecanismos de autoevaluación-observación, invita a darle sentido, de lo que sospecha, también se puede dudar y poner en consideración como parte de una construcción imaginario-social.
La crisis que se reproduce insistentemente a través de los medios de comunicación, fuentes densificadoras estas, no es más que la crisis interna de los sujetos tardomodernos, pero ella no puede dejar de ser interna para convertirse en externa, ni al revés. Es representación y es lenguaje, suceden de forma cuasi simultanea, a través del lenguaje se fija en la conciencia, la cual teniendo en cuenta la construcción social-histórica de aquel sujeto le podrá dar sentido e intencionalidad. Intencionalidad que afirmará o negará tal o cual carácter de crisis. Pero justamente la crisis se desencadena a partir de la imposibilidad de contrastar los aspectos novedosos con referentes estables, no hay modelos, no hay referencias fijas que dicten las determinaciones a seguir, si ocurre surgirá situacionalmente pero no de forma preestablecida, y su duración será fugaz. 
Ahora bien, la subjetividad como construcción histórica-social, al igual que las categorías freudianas son expresiones y representaciones de los sistemas de turno. Sistemas que funcionan con una lógica, para que haya sistema tiene que haber una lógica referencial. Si tal lógica deja de existir en el sentido funcional y referencial, el sistema se paraliza, se neutraliza o entra en crisis. Así es posible hablar de la era “sin lógica”, sin sistemas, sin configuración psíquica asentada sobre elementos preexistentes y preestablecidos. Pero no por ello hablamos del colapso de la constitución subjetiva, aunque ésta se nutra de los sistemas y lógicas, la experiencia humana da claras evidencias que no solo ello la integran. Todos los fenómenos de la vida humana integran la constitución subjetiva, lo que variara el no contar con las lógicas, es la fundamentación de esa constitución, digámoslo la guía, no hay posibilidad de hablar de guía, no hay camino por recorrer, hay caos, incertidumbre, desolación, hay que habitar ello.    
Finalmente lo que entra en crisis es la representación lógica de la conciencia del mundo, ya no podemos interpretar el mundo con los mecanismos lógicos que no había sugerido la modernidad, esos mecanismos, por lo menos, son insuficientes.
Crisis de constitución subjetiva, sin soportes previamente establecidos, deviene crisis profunda de análisis genealógico del lenguaje, aquí también se desata un sinfín de producciones nuevas que designan operaciones que coinciden con la lógica de la tardomodernidad, pero no con su predecesora, lo cual implica una adecuación. El lenguaje deviene inoperante, insatisfactorio, la comunicación es interdialéctica, o sea entre diversos dialectos que conforman un mapa lingüístico, a priori incomprensible.
Una posible interpretación, “cuando caen las organizaciones centrales, en el plano de las lenguas avanza la diferenciación de los dialectos. Fenómeno atestiguable de nuestra cultura contemporánea es la babelización de los lenguajes”[1]. Lewkowicz se refiere al mito como metáfora de lo que podría estar ocurriendo con el lenguaje. Quizás sea necesario y oportuno destacar este punto.
Esta metáfora puede explicar en algo lo que comienza a suceder en el dominio de nuestras relaciones actuales.
Relato Bíblico GENESIS XI (1-10). Los habitantes de Senaar (llanura en la región de la Mesopotamia oriental media) comenzaron a construir una ciudad, y también una torre que pretendía llegar al cielo, para perpetuar el nombre de la civilización que lo levantara y alimentar su orgullo. Dios los castigó confundiéndolos, haciéndoles hablar a todos los constructores una lengua diferente y así imposibilitando la continuidad de tan magna labor. A su vez, el mito da fundación, según la religión judeo-cristiana, al origen de las diferentes lenguas.
El mito babelístico podría ser usado como metáfora para designar que ocurre en la construcción de nuevas metáforas (torres de babel), el elemento fundamental que emerge del mito es la “confusión” como condición generalizada que apunta (tanto en el mito como en nuestra contemporaneidad) a frenar, retraer las nuevas construcciones metafóricas- ficticias- imaginarias. Las operaciones de confusión, asientan la idea de crisis, aíslan y fragmentan, en definitiva parcelan las construcciones, como ocurre en el caso de los préstamos e hibridaciones lingüísticas. 
Para finalizar, seria pertinente, insistir sobre el agotamiento del Estado Nación, (soporte subjetivo) el parcelamiento de las instituciones, de la comunicación (dialectos tribales), de la escucha activa y profunda- el eclecticismo desenfrenado de opiniones sobre la idea de crisis, la constitución novedosa de la subjetividad actual, en fin el caleidoscopismo absurdo que invade al sujeto contemporáneo, pero que a su vez desafía los nuevos modos de comunicación, actividad y pensamiento.    



[1] Lewkowicz, Ignacio. Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la fluidez. Paidos 2004. Bs As.

¿mear ansiedad?

antes de terminar de mear tiro la cadena corre el agua me ayuda a seguir meando sigo y veo el agua del inodoro sigue...