En las postales de las ganancias perdidas,
posaban contentos
los siervos de amuleto.
los pies en agua helada
y las vertientes sangrando serenas calumnias.
El velcro
eso que pega en las márgenes incluso sudorosas
de todo manantial.
Que arremete, en cuchillas
arrodillada, hincada
al poder debajo de las uñas.
Estampada en lágrimas desteñidas
y con atuendo de nobleza.
¡SU MAJESTAD, SU MAJESTAD!
Grita el corifeo mercantil
Me rehúso a inclinarme,
quiero mirar sus ojos,
me lo impiden
pero insisto lo creo conveniente.
Y la brutalidad de sus nervios se hace
presente.
Nervios recios y fríos
que golpean miserias ajenas
que apalean el repudio
y alimentan el terror.
Borrachos cariocas
que conducen sus alimañas
a la súbdita crueldad
de la moneda.
Borrachos de información basura
que desmienten
más rápido de lo que mienten.
¡OJO, Su majestad!
¡Cuidado!
Enloquecedora moneda.
De todos los males
el mejor,
el más sofisticado.