16 de julio de 2013

El Dios “Cerdito”


El Dios “Cerdito”
La enajenación de un espíritu


Despertó caprichoso el Dios “Cerdito” y comentó:
Han estado ultrajando mi espíritu, yo lo he permitido.
Han de rebuscarse para hacerme enfadar, he sido lo suficientemente permisivo.
Han enfermado mi cuerpo y mi alma también, he sido complaciente.
Justificó sus dichos, jadeante como agitado por sus ideas.
Incrédulo pero voraz, como embelezado por sus pensamientos, continuó:
Monstruos!!! Pensó.
Quiero traerlos a todos aquí y empalar sus corazones con palabras. Usar palabras que patrones usan con sirvientes para lacerar cada rincón de sus inútiles cuerpos.
Soy un amo. Soy mi amo y el de todos. Como es que me tengo que enfadar. Los amos no se enfadan fácilmente.
Vayan y traigan, mandó a unos siervos. Cojan todo el lodo y el estiércol que encuentren, no vuelvan sino con carretilladas y carradas de estiércol y lodo. Traigan también, osamentas, desperdicios, frutas podridas, huesos frescos, tripas, mierda, cuero, sangre coagulada o líquida, da igual. ¡¡¡Traigan todo. Maten si acaso fuera necesario, pero háganme caso.!!! Gritó, enfermo de ira.
Ciervos, fieles y algunos lamebotas salieron a los caminos.
El Dios Cerdito blasfemaba, revolcándose en unos pastos secos que acolchonaban una majestuosa piedra. Días pasaron. Días enormes.     
Al regreso. ¿Y? preguntó a uno de los serviles. No hemos dado precisamente con lo que pidió. El Dios Cerdito observó. Observó como observan los espíritus que mandan a buscar algo en especial. Examinó lo recolectado, lo robado, lo ultrajado, lo asesinado por su ambición, por el desprecio que justifica cualquier acción.  
Y se lanzó.
Se lanzó a eso que otros dioses no se lanzarían jamás. A esas bellas tempestades. A esas sabrosas osamentas. A esas sopas putrefactas que aman bañar los cuerpos de cerdos usureros y verdugos. A esas que pertenecen a otros espíritus. ¡A esas! A esas, se lanzó.
El Dios Cerdito y ellas se abrazaron, se estrecharon, se fundieron, se estremecieron. 
El Dios Cerdito cándido, jocoso incluso frenético, alardeaba. El júbilo de sus tripas, de su asqueroso aspecto inframundista, robó la dinástica esencia de sus dioses.
El Dios Cerdito despojado, escéptico, pavoroso y desnudo. Desnudo de júbilo. Desnudo de su propia desnudez. Desnudo, de toda desnudez posible, amó y embelleció. Se sintió unido a sí. Se ocupó de esas pasiones y se volvió a lanzar.
Y se volvió a lanzar una y otra vez, como no podría ser de otra manera, cuando uno se ocupa de sus pasiones.
  


¿mear ansiedad?

antes de terminar de mear tiro la cadena corre el agua me ayuda a seguir meando sigo y veo el agua del inodoro sigue...