Se recostó incómoda,
sobre dos asientos,
intentando liberar,
sueños y recuerdos,
que pasearon desvelados,
a lo largo del pasillo.
No olvidó resguardarse del frío,
ese que aparece,
cuando el sueño se apodera de nuestro
cuerpo,
una fina manta azul,
fue el escudo impenetrable,
a tamaña virulencia.
Finalmente sorteó,
la incomodidad,
para abrir alguna puerta,
que le permita,
compartir,
esos sueños,
deseosos de mostrarse,
impíos,
en la tarde,
de un viernes,
cualquiera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario