29 de julio de 2012

La metáfora del amor




Este apartado intenta agregar algo más sobre la idea de percibir el amor como una metáfora. Es decir que si hablamos de metáfora es porque esa palabra alude a otra cosa, algo así como que la palabra misma no alcanza para designar lo que nombra.
Había partido de la idea que “el amor es la metáfora y el sentimiento de cuando algo se reúne”[1], para otorgarle cierto contraste y posibilitar el diálogo entre diferentes concepciones cito a Maturana, como ya lo venía haciendo a lo largo del ensayo, “el amor es el dominio de las acciones que constituyen al otro como un legitimo otro en convivencia con uno.”[2] 
Tienen en común la reunión, la convivencia, la necesidad de otro. No hay amor en plena soledad. Hay amor con otros, hay amor en cuanto encuentro, en cuanto legitimación de otros. Hay amor tanto y en cuanto pueda aparecer algún fenómeno cercano a la sincronía, entrelazamiento, tensión, sonoridad con los seres que nos rodean.
Pero ¿Qué ocurre a nivel cultural que embarga sentir caricias en las manos dúctiles del amor?
Explica Maturana “Vivimos una cultura que niega el amor al darle un carácter especial subiéndolo al pedestal de la virtud…vivimos una cultura que habla del amor pero lo niega en la acción. Esta es la cultura patriarcal europea occidental a la que pertenecemos.”[3]
Sospecho que el amor ha sido el fundamento y también el capital de una serie de entidades discursivas, que se han desarrollado a partir de mediar entre la apropiación legítima de su significado y el empeño de querer recibir aunque sea retazos por parte de las sociedades. Las personas concurrimos a instituciones religiosas, eclesiásticas y espirituales en busca del amor que profetas, gurúes y maestros “pueden” (se creen capaces) de mostrarnos, de acercarnos, pueden, en el mejor de los casos, potenciar para que nos permitamos aceptar la llegada del amor a nuestras infelices vidas. Como bien señala Maturana lo han subido a un pedestal y nos dicen que no podemos acceder a él sino es a través de ellos, ellos son los guías, los que conocen el camino. Con ésta forma discursiva han suspendido el acceso del cotidiano a lo sagrado del amor.   
Creo que el amor no puede existir solamente en la implicación desmedida que corresponda a la autoridad de estas instituciones. El amor no puede poseer autoridad, ni tampoco puede estar bajo la protección de autoridades. Es decir, no vale aclarar nuestras acciones en nombre del amor. Nos jactamos de decir hicimos tal o cual cosa en nombre del amor. Tenemos que romper con esa idea de que en nombre del amor justificamos nuestros actos. Esta interpretación del amor nos ha conducido a los peores enfrentamientos y crímenes de la humanidad.
El amor debe escapar a toda autoridad como hecho de amar-amando y también a todo poseedor que intente digitar las cantidades en dosis fraccionadas. Este es uno de los más fuertes fundamento de las religiones occidentales. El amor como hecho sagrado debe dejar de interpretarse bajo la protección de virtuosas y lujosas paredes de templos. Debe dejar de estar amurallado por los imaginarios sociales, que legitiman y suspenden a los titiriteros del amor. Como hecho sagrado o profano, o nada, da igual; el amor debe escapar a tales discusiones, la veracidad del amor se basa en su potencial concepcional, no en acciones racionalizadas.
También considero que la búsqueda del amor espiritual no puede venderse y revenderse como mercancía. Estoy íntegramente disconforme con la mediatización y el fetichismo del amor. Con la banalización absoluta del amor como imagen, como modelos, como estereotipos de consumo. El amor como hecho sagrado y cultural no puede comprarse y venderse como moneda de cambio. Descreo de esa superficialidad mostrada, muchas veces, a través de los medios de comunicación, combinados con estándares de moda y propiedades lujosas de personalidades famosas eh influyentes.
Para concluir este apartado no creo necesaria la búsqueda del amor en la profundidad de los credos, ni tampoco en el hecho de un producto o servicio de consumo más; creo más bien que la exploración del amor como encuentro sagrado, pasa en cierta medida, por devolverle a las cosas su identidad sin que nosotros las nombremos, sin que le digamos desde la imposición, lo que es o lo que son. Como señala Mujica “volver a relacionarse con las cosas escuchándolas, en vez de imponiéndole un nombre.”[4]    



[1] Entrevista a Hugo Mujica. http://www.youtube.com/user/videosmujica?blend=23&ob=5#p/u/4/qotjtlCI7k8
[2] MATURANA, Humberto. Op cit. Pag 46.
[3] MATURANA, Humberto. Op cit. Pag 52.

[4] Una belleza nueva. Entrevista a Hugo Mujica. Pag 3.

No hay comentarios:

¿mear ansiedad?

antes de terminar de mear tiro la cadena corre el agua me ayuda a seguir meando sigo y veo el agua del inodoro sigue...