18 de julio de 2011

Seis dominios constituyentes


Seis dominios constituyentes
Armas de asalto a la realidad

1-el tiempo, 2-el espacio, 3-lo real, 4-lo imaginario, 5- lo lingüístico y 6- lo corporal. Estos seis dominios poseen algunos lazos que los unen y que por ende profundizan su cualidad a la hora de mostrarse juntos, como generalmente sucede. El único dominio que escapa a las denominaciones humanas, o sea que no es una construcción humana es lo real, los otros cinco son construcciones que consiguen apoderase de la realidad para sostener un modo de constitución subjetiva. A modo de cómoda lectura mencionaré uno por vez, pero es necesario sostener que siempre irán implicados juntos. 

El tiempo: no puede haber tiempo si hay nada más que tiempo. Es un espejismo, una “ilusión imaginaria”[1] que opera en conjunto con los otros dominios. El tiempo en soledad es nada más que oscuridad. No es posible aislar al tiempo como un dominio excluyente y trascendental, sino tenemos donde contrastarlo.
Es en este punto donde emerge la idea de que es construido y que cada sujeto sobrevive en un tiempo propio, (aun así es posible que exista un tiempo social) pero por otro lado ese tiempo no es el mismo que surge del lugar que ocupa el sujeto en el mundo. El fenómeno de la vida integra esta especie de laberinto, se ubica por determinados momentos en diferentes orbitas, o eso era lo que suponíamos hasta el comienzo de nuestra nueva condición.
La propuesta de considerar al tiempo como un dominio construido y sostenido por nuestra humanidad, cubrirá de efectos a los otros dominios, pero sostengo necesario tal adecuación, no en pos de arrogancia ni de perentoriedad humana, sino a modo de ubicación y disfrute de las posibilidades que brinda la comprensión imaginaria de la creación temporal.
La intencionalidad en este apartado no consiste en teorizar sobre la cuestión del tiempo, ni agregar a ello discusiones insuperables, solamente constituyen argumentos que aquí esbozo sobre la mutación imaginaria de la comprensión temporal y de la realidad a la cual está, en palabras de Heidegger, eyectado al mundo, el sujeto actual.
La dificultad a la cual nos conduce la reflexión sobre el tiempo, en algún punto se convierte en un escollo insalvable; como ya lo mencionaba Alfredo Moffat “hablar del tiempo, es como pedirle a un pez que hable del agua, pues el yo vive en el tiempo como el pez en el agua”. Aun así es un dominio que opera de forma espesa en la construcción de la realidad aquí propuesta.

El espacio: Aquello que hacia potente la idea moderna de espacio o espacialidad, era su carácter de obviedad de la existencia, uno existía en tanto ocupaba un espacio, en algún lugar, no importaba demasiado el lugar, sino la donación de sentido producida a partir de aquel acontecimiento que le diera fundamento a la existencia humana.
Por otro lado la espacialidad, embutida con la velocidad de los movimientos y la captura de ellos, hacía rodear presumiblemente al sujeto en torno de una realidad existencial, transparente y obtusa que presumía conocer casi de memoria. Ahora bien, al cambiar la condición de velocidad, el espacio se muestra en fragmentos, el modo de constitución subjetiva ya no es obtuso, sino fragmentado. La velocidad densifica la proyección espacial, hace dificultosa la captación conciente de toda la dimensión recorrida en el movimiento, de esta forma la conciencia solo da la bienvenida a algunas lascas o parcelas. El espacio queda fijado en la constitución subjetiva como trozos/fragmentos sin conexión previamente establecida.

Lo real: Solamente lo real es real. Solamente la cosa y la nada, se conocen a si mismas. Lo real, en este intento de profundizar sobre la construcción de la realidad, no puede ser conocido por el hombre. Supone que está, pero no ha de conocerla en su desnudes, solo a través del ropaje que le proporciona la observación. 
Supone ser aquello despojado de lo lingüístico, pero no solo eso, sino también que en lo real emerge la ausencia de conciencia del mundo. Conciencia que da presencia pero que a la vez transforma lo real en realidad, vinculando a la cosa y a la nada con los otros dominios.
Quizás lo imaginario nos acerque a la idea de cómo es lo real, pero aun así tendremos que considerar que lo imaginario es una construcción humana e histórica, influida por la representación y el lenguaje que hace de nuestra realidad particular, la que es y no otra. 

Lo imaginario: El dominio imaginario es una dimensión exclusivamente humana, nadie mas que nosotros (o por lo menos es lo que suponemos) puede refugiarse en la creación imaginaria como sostén de innumerables actividades sociales. El sentido, el significado imaginario incorporado en un determinado momento por los sujetos va mutando, se va transformando, influenciado por los demás dominios.
Lo imaginario es la dimensión en la cual el psiquismo aquí, tiene un mayor predominio, y desde donde se propone la selección de elementos que organizan y dan surgimiento a la síntesis problematizadora llamada aquí, realidad. Esa influencia no es un fenómeno estático, es sinónimo del proceso creador, sino es él el propiamente dicho. Es el fenómeno propio de la vida humana, el cause de las interpretaciones y de la representación en el seno de la conciencia, surgimiento nada mas y nada menos que de la existencia. En el dominio de lo imaginario, en la noción de Cornelius Castoriadis, es donde se albergan las instituciones sociales, donde reposan los actos creadores, donde descansan las imágenes, el lado visible de las cosas, esa sucesión de imágenes construyen un mapa de significados, que aluden a lo vivido, a lo incorporado, y que cobran sentido e identidad a través de lo lingüístico.

Lo lingüístico: El hombre de Neandertal, es la primera especie que posiblemente haya podido articular algunos fonemas, y dar surgimiento así a un primitivo lenguaje articulado, a partir del desarrollo del hueso Hioides y las musculaturas que acompañan. Algunas investigaciones indican que estos no tuvieron contacto alguno con el desarrollo de los hombres modernos (Homo Sapiens) aunque es posible que coincidieran en alguna raíz en común.
Es decir que el desarrollo de aquellos fonemas tan primitivos como los podamos imaginar y la articulación de ellos en una especie de alfabeto prehistórico, cambiaron radicalmente las formas de relación y adaptación al medio circundante. Lo cual implica que en nuestro afán de interpretar ciertas cuestiones que rodean a la construcción de la realidad, no es conveniente apartarnos de las influencias que proporciona el lenguaje.  Negar tal influencia o no darle la importancia que merece, es pecar en pos de una ingenuidad recurrente. Cuando aquí mencionamos lo lingüístico se está haciendo referencia a toda expresión que posibilite comunicar, contagiar o transportar algo desde el género humano. Como menciona Rafael Echeverria, los seres humanos son seres lingüísticos, seres que viven en el lenguaje. Tal vez olvidamos que no somos seres humanos por naturaleza, sino por prácticas sociales, que producen seres humanos para una realidad que esta en constante producción también humana.
 En consecuencia, la dimensión de lo lingüístico es en la cual reposan los sentidos, las enunciaciones y los discursos, en cierto modo brinda una especie de luminosidad aplastante donde todo queda al desnudo, alumbrado así adquiere identidad. Aun así sospecho que en verdad lo que acontece es una especie de escondite de la opacidad. Lo real (la cosa en si misma) se oculta en sus propias sombras, lo opaco, lo sombrío termina salvando y ocultando lo real, de esta forma convierte lo real en eterno, y lo iluminado expuesto a la evanescencia que produce la realidad. 

Lo corporal: A medida que avanzaba en el planteo de postular estos dominios como posibles para intentar acercarme  a la construcción de la realidad, se me hizo mas evidente que faltaba mencionar e incorporar el dominio de lo corporal como aquel espacio de recepción, motor e impulsor de las emociones que acontecen en el hombre. Es el lugar de encuentro, es la frontera de la voluntad, de la autonomía y el espacio de convivencia social y cultural. 
Como señala Denise Najmanovich “el cuerpo es la indispensable condición de posibilidad de nuestro ser en el mundo, de nuestra humanidad, de nuestra animalidad, de nuestra organización social, no puede ser pensado como un recipiente que nos contiene, ni una muralla que nos aísla, es lo que se forma-deforma-transforma y conforma en el entramado de la vida”.
La transformación del significado corporal en nuestra nueva condición, en cierta forma desafía algunos puntos de la frase citada. Ya que obliga a repensar cual es la posibilidad que brinda cuando no se encuentra presente, pero aun así el efecto, la producción continúa su curso. 


[1] La propuesta del término radica en que la “ilusión imaginaria” es doblemente imaginaria, no es aclaratoria, se trata de una doble pronunciación a cerca de la ilusión de la ilusión.

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